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- El autor -

jueves, 21 de febrero de 2013

CAPITALISMO Y CORRUPCIÓN, UNA MISMA COSA


”...si los obreros han asimilado la doctrina de Marx, es decir, si han comprendido que es inevitable la esclavitud asalariada mientras subsista el dominio del capital, no se dejarán engañar por ninguna reforma burguesa.”
- V. I. Lenin (Marxismo y reformismo) -


Cuando un solo trabajador no encuentra más vía de escape que lanzarse por la ventana o quemarse a lo bonzo para desembarazarse de las deudas que lo asfixian, significa que ha llegado el momento de plantearse seriamente hasta dónde estamos dispuestos a seguir andando de la mano del mal que con tanta agresividad nos golpea cada día. Cuando el trabajador se lanza por la ventana o se prende fuego una, dos y hasta tres veces por semana, significa no sólo que ha llegado, sino que llegó hace tiempo el momento de interceptar la causa de ese mal y darle muerte de una vez por todas. Pero llegados a este punto, es de suma importancia que no nos confundamos a la hora de reconocer al enemigo, o estaremos continuamente dando vueltas en círculo y cayendo una y otra vez en la misma trampa. Y es que desde el inicio de la crisis se ha venido dando cada vez más pie a una constante personificación de cualquiera de las muchas adversidades que a consecuencia de las medidas de la burguesía se han ido acentuando hasta llegar a la insostenible situación en la que hoy nos encontramos (que en todo caso siempre será mejor que la de dentro de un mes). El problema parece que no se le escapa a nadie, y tiene nombres, apellidos y siglas. Nuestra rabia se ha ido centralizando única y exclusivamente en políticos, empresarios y banqueros hasta terminar viéndolos como el único mal supremo, y no como meros gestores del capitalismo. Algo falla cuando el análisis de una gran mayoría es el siguiente: si el PSOE lo inició todo, ahora Rajoy no es que lo esté arreglando precisamente, y tanto ellos como sus colegas de partido tienen o han tenido un denominador común, el del desfalco y la corruptela como formas de entender la política, y por tanto, ese debe de ser el mal a exterminar.


¿No serán en realidad las atrocidades que denunciamos y que creemos foco de todas nuestras desdichas meras cortinas de humo para desviar nuestra mirada de la llave que podría abrir las puertas a una sociedad más justa? Si hay algo sobre lo que no hay duda es que vivimos en un sistema corrupto, y decía hace poco un camarada que pocas expresiones hay más revolucionarias que preguntar porqué. Si nos preguntásemos por qué motivo el gobierno y las instituciones se encuentran infestados de corrupción, en lugar de cargar una y mil veces contra tal o cual por ser un chorizo, quizá hallaríamos respuestas. ¿Por qué los sobres de Bárcenas nos hacen enrojecer de ira - o perder nuestro tiempo haciendo fotomontajes en facebook - en lugar de cargar contra el sistema que genera tal conducta? Debe de ser porque en Islandia una gran rebelión popular bien provista de cacerolas forzó a que se juzgara a políticos y banqueros y a que se redactara una nueva constitución, lo cual puede resultar seductor, cuanto menos. Puede que para quienes siguen soñando con que la burbuja de bienestar en la que vivían hace un lustro vaya a regresar para envolverlos de nuevo, Islandia suponga un ejemplo a seguir, pero lo cierto es que aquí la realidad es bien distinta, y las medidas ya implantadas tienen lo mismo de inhumanas que de irreversibles dentro de las estructuras del sistema capitalista. Podemos seguir soñando con que se juzgue y encarcele a Botín o a de Guindos por simple presión popular, podemos gritarlo a los cuatro vientos o podemos sugerírselo a una pared, en cualquier caso el resultado que obtendríamos sería el mismo.


Claro que la corrupción resulta algo deleznable y no falto de trascendencia, claro que merece ser castigada en vez de premiada o pasada por alto. El robo al pueblo siempre ha de ser castigado. Ahora bien, gritarles que dimitan no solamente no es la solución, sino que corremos el grave peligro de dar paso a un puñado de tecnócratas operando con total impunidad y al fin y al cabo sería lo que hemos estado reclamando. Mucha gente se alegró de la dimisión de Esperanza Aguirre, pero ésta no se encuentra hoy cargando pedruscos en un campo de trabajos forzados, continúa haciendo política y se ve a leguas que algo trama, además de que ni siquiera fueron las voces que venían reclamando su dimisión hacía años las que indujeron su renuncia. ¿Y la situación del País Valenciano ha mejorado tras la dimisión de Camps? No lo ha hecho, como tampoco la enseñanza se dejará de mercantilizar si el ministro Wert renuncia mañana a su cargo por no poder soportar el peso de la culpa. Ni tan siquiera la Corona estaría exenta de ser reemplazada por otro modelo si fuera menester a los intereses del capital financiero. En Grecia experiencias pasadas nos demuestran lo que vale un referéndum bajo la bota de la Unión Europea, y unas elecciones anticipadas no supondrían más que una leve molestia para la burguesía, que acabaría posicionando de nuevo sus fichas. Decía recientemente Julio Anguita en una entrevista para La Sexta que la solución radica en “que ningún ciudadano vuelva a votar a ningún corrupto”, un vago análisis para un asunto que es tan grave como complejo.

En mi firme opinión, la base del problema, su núcleo, es el capitalismo, y el capitalismo no admite reformas ni estará jamás dispuesto a dimitir por más que se le grite. Encarcelar a políticos y banqueros debiera ser si no el último, uno de los últimos síntomas de un cambio estructural muchísimo más profundo y que iría más allá de poner una tirita aquí y un parche allí. La completa superación de un sistema corrupto, obsoleto, plagado de contradicciones y condenado a desaparecer para ser reemplazado por otro más justo. El socialismo.

- Kevin Laden -

sábado, 16 de febrero de 2013

LA REPRESIÓN COMO ESCARMIENTO

 “Pueden romper un dedo, pero el puño es fuerte”
- Freie Deutsche Jugend (Juventud Libre Alemana) -



Que la clase trabajadora carga sobre sus espaldas todo el peso de la crisis estructural del capitalismo resulta una obviedad tan irrebatible como fundamental a la hora de realizar cualquier análisis. Pero hay un sector de ésta que sufre con cada vez más intensidad un creciente grado de represión con el que se pretende sembrar el miedo y garantizar la sumisión dentro de sus filas. Se trata de todos aquellos movimientos de masas que mantienen una postura crítica y de carácter combativo y que de un tiempo a esta parte vienen denunciando las brutales medidas impuestas por la oligarquía, medidas antipopulares que atacan principalmente a lo público para de este modo recuperar a toda costa su cuota de beneficio.

La clase dominante se sirve como de costumbre de su brazo armado, las fuerzas de seguridad, para intensificar y esparcir la represión sobre los grupos más conscientes que se originan tanto desde las luchas estudiantiles como de los trabajadores que padecen los recortes y las reformas laborales, para quienes sólo les queda la voz para hacerles frente. También, por las mismas motivaciones hemos visto acrecentarse el intento de acallar la voz de los sindicalistas de clase más conscientes o por criminalizar a cualquier organización de naturaleza anticapitalista o antifascista, siendo sus militantes y activistas, especialmente los más jóvenes, el objetivo que señala la burguesía por ser uno de sus principales temores.

Se multiplican los montajes policiales, las detenciones injustificadas, los registros completamente arbitrarios, los expedientes y las multas desorbitadas por motivos de lo más irrisorios y en los casos más sonados, la cárcel. Las movilizaciones populares como las protestas, las huelgas o las manifestaciones son el caldo de cultivo de las represalias de un sistema que precisa de cabezas de turco para escarmentar a todo aquel que tenga la osadía de cuestionar de forma activa a esta cada vez más antidemocrática democracia burguesa, sierva indiscutible de los intereses de un capitalismo junto al que la clase trabajadora ya no le queda más camino que recorrer.

 El objetivo es más que evidente, obstaculizar y dar freno a las luchas de quienes defienden a ultranza los derechos que antaño conquistó la clase obrera, para mantener así un relativo equilibrio dentro de un sistema que se tambalea, por medio de mecanismos represivos perpetrados por auténticos mercenarios que asumen su papel de guardianes de algo que ni ellos mismos alcanzan a entender. Con lo que quizá no cuente, o tal vez se tema la clase que hoy sostiene el poder, es con que el miedo de los trabajadores y las trabajadoras, de los y las estudiantes está siendo reemplazado por una cada vez mayor conciencia crítica y percepción clasista.

Ellos utilizan la represión como escarmiento, pero las armas más poderosas que tiene la clase obrera son  la apremiante capacidad de organizarse y tomar las riendas de sus propios intereses, la valiosa ventaja de que sin ella no haya un solo engranaje que funcione, y por supuesto, la solidaridad.

(Dedicado a los tres antifascista detenidos en Castellón el pasado 13 de febrero)

- Kevin Laden -