“El movimiento de hoy, que no es de partido, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas.”
- José Antonio Primo de Rivera, discurso de fundación de Falange Española (octubre de 1933) -
Resulta que el año anterior se me pasó por completo la fecha, y cuando me quise
dar cuenta de que ya había pasado un año desde el estallido del 15M, ya
estábamos a finales de agosto. Menudo fallo. Esta vez no se me ha olvidado, ya
se han encargado los medios, las redes sociales y cierto grupo de intelectuales de
recordármelo hasta el hartazgo. Así que comienzo a plantearme la posibilidad de
escribir un artículo sobre el 15M. No llegará a demasiada gente, como de
costumbre. Probablemente no vayan a leerlo más de diez personas, pero algo dentro
de mí me dice que debo escribirlo, que así me sentiré mejor. Cuando me
encuentro en mitad de un escrito muchísimo más interesante, finalmente cedo al
impulso. Pero, ¿qué puedo decir yo sobre el 15M y sus dos años de desventuras
que no se haya dicho ya? ¿De qué valdría ahora hablar de aquellos cuestionables
impulsores en unos turbios orígenes hace ahora dos años? ¿Cómo ser crítico con
algo que ya ni siquiera es un movimiento, y que cuando lo ha sido tampoco es
que se haya movido demasiado? Porque no vayamos a engañarnos con eso de que el
15M representa a la voluntad de las personas, y por lo tanto hablar mal de una
cosa es estar en contra de la otra. ¿Dónde ven algunos la línea entre la
voluntad de las personas y sus intereses de clase? ¿Es acaso un proceso
constituyente – es decir, reconstruir el sistema desde dentro – la voluntad
del estudiantado o de los
trabajadores?, ¿o lo es por el contrario, de toda esa intelectualidad
oportunista que desde sus blogs y medios “alternativos” no cesa de reivindicar “con
mano izquierda” la marca 15M como motor de tales genialidades? Yo me decantaría
por la segunda opción, por todos esos iluminados – o más bien iluminadores –
que a la vez que insisten una y otra vez en que el movimiento de los indignados
supone un canto a la esperanza, no dejan de reproducir su complicidad con un
sistema dentro del que no existe esperanza alguna.
Aprovechados de todo pelaje que desde diversos rincones de la red se empeñan en
compilar todas las piezas que como es natural, se han ido disgregando de su
núcleo inicial, para sobre una lúgubre camilla en medio de una noche de
relámpagos volver a remendarlas de cualquier manera, y como si del mismísimo
Víctor Frankenstein se tratasen, accionar un interruptor al grito bíblico de:
“¡levántate y anda!” Pero nada, que el 15M no resurge ni con desfibrilador a no
ser que cumpla años, y cuando esto sucede, lo hace del mismo modo que el primer
día, es decir, desnudo, confuso y desorientado, sin saber hacia dónde ir aunque quizá con
algún que otro concepto nuevo, alguna que otra palabra que acaba de aprender y,
eso sí, mucho ingenio. Si algo ha hecho el 15M a parte de edulcorar la protesta
social hasta la hiperglucemia y de fomentar la idea apartidista como solución
suprema a la crisis capitalista, es sobresaturarlo todo de ingenio, pero de un
ingenio vacío y patéticamente estéril al más puro estilo de la revista El
Jueves. También la espontaneidad ha sido una de sus mayores características,
impulsando desde eventos en facebook marchas y “asedios” que auguran el inminente
derrocamiento del régimen, la deposición en bloque de todo el aparato que
gestiona los monopolios, para así sustituirlo por personas que los gestionen de
un modo “más humano.”
A la estela del 15M han ido teniendo origen y se han ido diseminando infinidad
de proyectos, plataformas, organizaciones y partidos políticos de variada
naturaleza. Algunos de ellos con fines bienintencionados, a quienes ya se les
ha atribuido las siglas de cierta banda armada. Otros, rozando el esperpento
neofalangista más estremecedor, se han ganado la simpatía y la devoción de
quienes prefieren seguir regodeándose en la ambigüedad más descarada, pero sin
sacarse de la boca el grito de: ¡a por los corruptos!
A cuántos fascismos alimentó ese inocente discurso, tan reproducido en tiempos
de crisis como peligroso.
Sobran dedos en una mano para contar los logros que el 15M se ha podido anotar.
Algunos insisten en eso de que fue un estallido de esperanza, y hoy se le atribuyen
todos los méritos de la protesta social. Yo digo que el estallido es siempre
inevitable conforme la lucha de clases se agudiza y de la manera en que lo
hace, pero que resulta mucho más amable si las protestas se hacen a ritmo de
samba y jolgorio y no al grito de consignas clasistas. Si el discurso de ese
estallido es tan peregrino como lo ha sido, mucho mejor que si apunta justo a
la raíz del problema y se propone arrancarla sin más. E imprescindible, por
supuesto, es ese sacrosanto concepto de que no hayan líderes, que en su
individualismo ácrata, haya quienes crean que son capaces de guiarse a ellos
mismos, de “re-evolucionar” sus conciencias con la ayuda espiritual, quizá, del
legado de Stéphane Hessel, aquel veterano de la Segunda Guerra Mundial que
siendo ya un nonagenario, tal vez sin quererlo se convirtió en una simple estrategia
de marketing gracias a su panfleto completamente carente de contenido y hecho
best seller como por arte de magia y de la noche a la mañana. El mismo
ancianito que después de haber sido el héroe de quienes quisieron hacerle caso
y moderadamente se indignaron, manifestó su apoyo a la intervención
imperialista en Libia y declaró su profunda simpatía por el ex presidente José
Luis Rodríguez Zapatero. Así de dudoso y de ambiguo era todo lo que brotó hace
dos años, lo que salió de ese estallido controlado. Tan dudoso como esa
generación espontánea que ya tenía claras desde un primer momento cuales eran
sus razones de ser. Tan ambiguo como un José Luis Sanpedro – otro de los gurús
del bien común - luchando primero en el bando republicano por haber sido
movilizado por éste, y pasándose después al de los nacionales, para finalmente
acabar renegando de ambos.
El 15M cumple dos años en medio de un panorama bastante desolador, en el cual
el gobierno de la burguesía ya está planteando eso de que “el derecho de
reunión no es ilimitado”. En Grecia, un espejo en el que mirarnos dentro del
marco de la crisis capitalista, se ha emitido ya un decreto de movilización
forzosa que podría incluso llevar a la cárcel a los profesores que hagan huelga
el próximo 17 de mayo. La represión contra los movimientos sociales al margen
del 15M se intensifica cada vez más, llegando a alcanzar niveles de puro
asedio, y lo hace de la mano de las medidas de la oligarquía, que lleva a cabo
cada vez con más premura sus planes de futuro sin contar para nada con la clase
trabajadora. La situación es dantesca comparada con la de hace un par de años,
pero hay quien todavía quiere creer que el 15M tiene algo que ofrecer, que es
el “espíritu de una época.” Lo inevitable en los tiempos que corren. Un
síntoma.
Lo que es verdaderamente un síntoma no es el resurgir periódico de un
espectro que insta a la “ciudadanía” a abarrotar las plazas o a rodear el
Congreso para llevar a cabo una revolución tan exitosa como la islandesa. El
verdadero síntoma de una dramática época son las aulas vacías y las calles atestadas de estudiantes y
profesores luchando contra el desmantelamiento de la educación pública el
pasado día 9. Son las manifestaciones del 1º de mayo cada vez más concurridas,
críticas y combativas. La batalla contra los desahucios tan falsamente
reivindicada por la marca del 15M. Es cada vez más gente planteándose la salida
del euro y de la Unión Europea. Los mineros y su lucha sin cuartel dando
magistrales lecciones de dignidad. Las cada vez más numerosas campañas
antirrepresivas. Es la juventud militante que crece, se forma y se organiza, y
esa persona mayor que a pesar haber visto tantas derrotas, todavía no se ha
dado por vencida. Son todas esas luchas y otras tantas de las que se habla muy
poco o nada, pero que son eternas. Pero por lo visto otros prefieren reiterar
su apoyo y patrocinio a algo que permanece clínicamente muerto. ¡Felicidades!
- Kevin Laden -
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