”En lo
que respecta a la mujer proletaria, es la necesidad del capitalismo de explotar
y buscar incesantemente mano de obra barata lo que ha dado lugar a la cuestión
femenina. Por tanto, la batalla de la mujer proletaria no puede ser igual a la
que la mujer burguesa libra contra el varón de su clase.”
- Clara Zetkin -
Aunque lo que verdaderamente pareció demarcar el ya de por sí difuso origen del
Día Internacional de la Mujer Trabajadora fue el incendio que asoló la
neoyorquina fábrica de “Triangle Shirtwaist Company”, en el que fueron
encerradas 140 trabajadoras – además de seis trabajadores – que acabaron
muriendo calcinadas o asfixiadas por el humo, lo cierto es que quizá el germen
de este día lo podamos encontrar en la II Conferencia de Mujeres Socialistas,
celebrada en Copenhague en 1910. En ella, la dirigente comunista y ferviente
luchadora feminista alemana Clara Zetkin manifestó la necesidad de la
existencia de un determinado día de lucha para las mujeres obreras. Si bien de
esta conferencia no saldría una fecha específica y a partir de entonces el día
variaba según el país, fue cuatro años después cuando Alemania comenzó a
celebrar este día en la fecha del 8 de marzo. Más tarde se produciría en Petrogrado
un fuerte levantamiento por parte de las trabajadoras del sector textil contra
la explotación, la desigualdad y la miseria que padecían bajo el dominio
zarista, dando lugar así a una masiva huelga que sería decisiva para la primera
fase de la Revolución Rusa, conocida como la Revolución de Febrero (estos
hechos ocurrieron un 23 de febrero según el calendario juliano, 8 de marzo
según el gregoriano u occidental), así como para el reconocimiento a escala
internacional de la fecha. Aunque su asentamiento oficial y definitivo no sería
hasta la Conferencia de Mujeres Socialistas que se celebró en la URSS en 1921.
En nuestros días se celebra sencillamente el Día Internacional de la Mujer
desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas decidiera en 1975, en un
claro ejercicio de manipulación histórica, arrancar de un plumazo cualquier carácter de clase que este día
pudiera haber tenido en el pasado, borrando de la memoria colectiva la directa
conexión que existía entre la lucha de las mujeres por su emancipación y la
Revolución Socialista de Octubre. Hoy nos presentan el 8 de marzo como una
reivindicación de naturaleza interclasista en que la mujer manifiesta su
feminidad a golpe de bailes y cánticos, y pasan a un segundo plano sus más
justas batallas, como son la violencia que ejerce sobre ellas el patriarcado
dejando al año centenares de víctimas en todo el mundo o la doble explotación
que sufren en sus puestos de trabajo como mujeres y como clase obrera. Se
reducen las que históricamente han sido las principales luchas de la mujer
trabajadora a meras reclamaciones de igualdad de género cargadas de
benevolencia y folclore, y son despojadas de cualquier atisbo de combatividad
que pueda convertir al sexo débil en ese tan temido ente que piense y actúe por
sí mismo, como lo son todas aquellas mujeres que saben que junto a la burguesía
no hay igualdad posible. Hoy la burguesa bien posicionada se viste de feminista
y grita a los cuatro vientos que quiere derechos mientras haya un periodista
cerca para dejar constancia, mas no dice que exige “pan y paz”, sino que pide
igualdad y respeto, perpetuando así la vieja concepción de que la mujer es una
criatura frágil a la que hay que mimar y defender, pero jamás instar a que alce
el vuelo y tome los mandos de su propia guerra, no vaya a ser que esto suceda y
que el fantasma de Lydia Litvak despegue de nuevo.
Al sistema capitalista no le interesa ni le ha interesado jamás acabar ni con
el feminicidio, ni con la desvalorización del trabajo ni con la explotación
laboral tanto de clase como de género, pues la desigualdad y la opresión son inherentes al capitalismo e imprescindibles para su
natural funcionamiento. Es por tanto más que un requisito, una obligación moral
el arrebatarle a las instituciones lo que sin duda fue uno más de los logros
del proletariado, el dejar patente y no olvidar que las sendas de las mayores
conquistas sociales han sido dibujadas con las huellas de pasos de mujeres, las
mismas huellas que han de marcar hoy el camino que las conducirá junto con el
resto de la clase oprimida a la ruptura definitiva con el capitalismo que nos
exprime a todos y a todas, y con el patriarcado como su inseparable apéndice y
encargado de exprimirlas exclusivamente a ellas todavía más. La mujer obrera es por tanto un
ser socialmente desamparado, pero igualmente implacable en la contienda y aquí
la historia me da la razón. A nadie conviene olvidársele ni en un día como hoy,
ni nunca. Hoy es un día de luchadoras, no de cobardes.
- Kevin Laden -
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